domingo, 1 de mayo de 2022

Crónica de búhos

La pasada Semana Santa disfruté de la hospitalidad de mis amigos Carmen y Pedro en una localidad madrileña próxima a la Sierra. Me comentaron que en los tres años últimos una pareja de búhos reales había puesto sus huevos en la torre de la iglesia, algo especial tratándose de un entorno semiurbano. Pero hasta ahora ninguno había llegado a crecer en libertad, en unos casos pereciendo en sus primeros torpes vuelos o, en otros, siendo recogidos por los servicios de protección animal. Acudí al lugar y tuve la suerte de poder observar a un polluelo, el único superviviente de este año, sobre el tejado contiguo a la torre.

Como rapaz nocturna, a la luz del día abría los ojos, esporádicamante y no por completo, permaneciendo dormido buena parte del tiempo.

Desde las ramas de un cedro cercano, sus progenitores velaban por la seguridad del polluelo.

La tarea de vigilancia no permitía el sueño profundo, manteniendo los ojos semiabiertos o en duermevela.

Al anochecer aumenta la actividad. Ya despierto del todo, el polluelo reclama alimento a sus padres, balanceando su cuerpo a un lado y otro y emitiendo un sonido característico. En su caso la iluminación de la torre facilitó las fotos.

El macho adulto vuela a los campos vecinos en busca de caza, algún conejo u otro roedor con que alimentar a la familia; y vuelve a la copa del cedro, donde se ha aposentado la hembra.

Foto realizada por Pedro A. Jurado

En una de esas llegadas, el macho se sitúa tras la hembra con un propósito inequívoco.

Bajo un aparatoso aleteo se produce un fugaz apareamiento. Después, el macho regresa a la caza.

El polluelo aletea, presagiando su primer vuelo, que da comienzo enseguida. Lo perdemos de vista. ¿Habrá llegado con éxito a otro posadero o habrá perecido en el intento como sucedió a varios de sus predecesores?


Cae la noche y tan solo podemos ver la silueta imponente de la hembra adulta sobre el cedro... ¿vigilando o buscando a su polluelo?
 

Al día siguiente salimos de dudas, cuando observamos al polluelo dormitando en las ramas del cedro. ¡Ha conseguido volar! Ya es autónomo. Podrá sobrevivir en libertad. Qué dura y hermos a a la vez es la naturaleza.