Tras admirar en el exterior el espectáculo de la piedra, al entrar en la catedral nos espera el espectáculo de las cristaleras policromadas:






He dejado para el final el ventanal donde se representa a San José, a quien siempre he tenido simpatía, no sólo por ser tocayos, sino porque como padre putativo (p.p.: de ahí que a los Josés se nos llame "pepes") del Niño Jesús... ¡menudo papelón le tocó en la historia!
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